La LOMLOE y la importancia de la inteligencia emocional, la competencia personal, social y de aprender a aprender

Actualmente, en la comunidad científica cada vez existe más consenso en considerar que todo lo que una persona experimenta y aprende a lo largo de su vida es lo que lo convierte en la persona que es. 

Hoy en día, se está hablando del concepto de “educación integral”, que busca transformar la forma en que enseñamos para asegurarnos de que los estudiantes y empleados aprendan en un nivel mayor.

Sabemos que la #educaciónintegral no puede limitarse a la adquisición de conocimientos, sino que debe integrar los diversos aspectos del desarrollo humano, a nivel social, emocional y moral entre otros, y por supuesto, se debe incorporar la educación emocional como uno de los pilares básicos para lograr el desarrollo pleno de las personas.

Autores como Pena y Repetto (2008), afirman que la #inteligenciaemocional es un predictor positivo del éxito académico y, para conseguirlo, es necesario ser conscientes de que el autocontrol emocional es una herramienta clave para motivarse a uno mismo y concentrarse en la tarea de aprender.

De esta forma, es necesario que desde los centros educativos se trabaje la Inteligencia Emocional, prestando especial atención a la manera en la que se trabaja, ya que, gracias a la autorregulación de las emociones, a la interacción y a la cooperación social de toda la comunidad educativa, se obtendrán unos aprendizajes potencialmente más beneficiosos.

Esta idea se refuerza y refleja en la actual Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de educación, la LOMLOE.

En ella, la educación emocional se incluye como un principio pedagógico y como una de las ocho competencias clave que debe determinar el perfil de salida del alumnado al finalizar la enseñanza básica obligatoria.

Hablamos de la competencia personal, social y de aprender a aprender, que, siguiendo la ley: “promueve la capacidad de para autoconocerse, aceptarse y promover un crecimiento personal constante […]; contribuir al bienestar físico, mental y emocional propio y de las demás personas, desarrollando habilidades para cuidarse a sí mismo y a quienes lo rodean a través de la corresponsabilidad”.

Desarrollar esta competencia es el primer eslabón para contribuir al desarrollo y adquisición del resto de competencias por parte del alumnado.

Entonces, ¿Cómo podemos llevarla a cabo de forma práctica? Una posible respuesta a esta pregunta sería, articular situaciones de aprendizaje en el aula que tengan como base la aplicación de esta competencia.

El Programa de Emprendimiento, Desarrollo Personal y Habilidades Sociales de Genyus School integra una serie de recursos prácticos que el profesorado puede aplicar y llevar al aula a través de diferentes situaciones de aprendizaje.

Este proyecto se articula en base a siete bloques de contenido que promueven el desarrollo socio emocional a partir del trabajo de diferentes habilidades personales y Soft Skills:

1. Desarrollo personal, autoconocimiento.
2. Autoestima y autoconcepto.
3. Automotivación y confianza.
4. Asertividad, resiliencia y empatía.
5. Resolución de conflictos.
6. Tolerancia a la frustración.
7. Comprensión y regulación de las emociones.

El objetivo último de este recurso educativo es el de promover la habilidad de reconocimiento de las emociones propias y las de los demás, al mismo tiempo que se cultiva un clima emocional positivo, ofreciendo un entorno seguro al alumnado con el objetivo de mejorar su aprendizaje: la emoción y la cognición van cogidos de la misma mano.

Como dice el autor Francisco Mora (2008): “Sin emoción no hay curiosidad, no hay atención, no hay aprendizaje, no hay memoria”.

Pero… ¿Sabemos reconocer y gestionar estas emociones?